Covid-19 y sus problemas: sobrepoblación y colapso
por Francisco Jiménez Bautista
El materialismo cultural es una orientación de investigación antropológica que abarca tres escuelas de pensamiento: materialismo cultural, evolucionismo cultural y ecología cultural como nos plantea Marvin Harris. Los materialistas culturales creemos que todas las sociedades operan de acuerdo con un modelo en el que la producción y reproducción dominan y determinan que los otros sectores de la cultura sirven efectivamente como las fuerzas impulsoras de todo desarrollo cultural, cuanto más iguales somos, más aumenta la producción.
El Covid-19 tiene una explicación más coherente desde el materialismo cultural, y creemos que se ajusta mejor para estudiar una pandemia de estas características. Pensamos que las principales transformaciones de la historia son las producidas por ciclos económicos que se suelen repetir continuamente con un esquema básico: a) La presión demográfica promueve la intensificación de la producción, que con el tiempo agota el entorno; b) Ante esto, los diferentes grupos sociales reaccionan de una forma u otra según sea su entorno y la cantidad de recursos de los que dispongan, no debemos de olvidar que los peligros naturales tienen que ver cómo se distribuyen la riqueza.
Los humanos no somos responsables el cambio climático que constituye un fenómeno normal de la Tierra a lo largo de su evolución. El problema es el calentamiento global que sí corresponde a una forma de incidir por parte de la población, por ejemplo, a través de su consumo, o en el mejor de los casos a su aceleración y también interaccionando con los hechos epidémicos. El problema, uno de ellos, es que la población crece constantemente. A lo largo de la historia hemos encontrados pandemias que han diezmado a la población: La Peste justiniana de los siglos VI-VIII d. de C. que despobló casi el Mediterráneo; la Peste negra de 1346-1351 que despobló con todo el cinturón estatal entre China y Europa; la transferencia bacteriológica-viral en el marco de la conquista europea en América en el siglo XV-XVI; y por último, la Gripe de 1918 que mató a 50 millones de personas. Una historia que podríamos pensarla en terror.
Sin embargo, en 1950, se estimaba que la población mundial era de 2.600 millones de personas. Se alcanzaron los 5.000 millones en 1987 y, en 1999, los 6.000 millones. En octubre de 2011, ya se estimaba que la población mundial era de 7.000 millones de personas. Se espera que la población mundial aumente en 2.000 millones de personas en los próximos 30 años, pasando de los 7.700 millones actuales a los 9.700 en 2050, pudiendo llegar a un pico de cerca de 11.000 millones en 2100. A esto hay que añadir, que los países más poblados: China (1.440 millones) e India (1.390 millones), representan el 19% y el 18% de la población mundial respectivamente. Se espera, que sobre 2027, la India supere a China como el país más poblado del mundo como pone de manifiesto las prospectivas de población de las Naciones Unidas para 2019. Esos son los datos.
Entonces, la pregunta es obligada: ¿somos demasiados? Este cambio se ha producido por unos factores que influyen en el crecimiento de la población. Como puede ser: a) tasas de fecundidad; b) aumento de la longevidad; y, c) migraciones internacionales. Estos factores han hecho que el ser humano sea el animal más abundante en la Tierra, más que cualquier otro animal, la ciencia, lo sabe y lo señala constantemente. Somos más de 7.000 millones de personas, pero lo importante que tenemos que saber es que las pandemias se activan a partir de cargas demográficas. Los datos que presentamos en el Cuadro 1., deben ser útiles si sirven para comprender el problema que planteamos y dar solución a la situaciones de ignorancia, miedo y conflicto en los que estamos inmersos.
Los datos no nos hacen pensar que desarrollemos tanto miedo y terror. Como se puede observar, el porcentaje de población afecta no representa el 1% de la población. Lo que nos anima a pensar que no estamos las pestes y gripes de los siglos anteriores. Por eso, tenemos que reflexionar para volver a la normalidad después del Covid-19, como si nada hubiera pasado se convierte en una irresponsabilidad. Hay que pensar en hacer algo. Tenemos conocimiento para pensar que no podemos tener un optimismo ingenuo ni vivir en la desesperación, tenemos que repensar el futuro desde otros paradigmas, quizás a través del concepto de paz mundo y paz neutra. La paz neutra, busca una neutralización de las formas de violencia cultural y simbólica (puede ser la infodemia) u otros mecanismo que estamos sufriendo todos los días en función de la pandemia del Covid-19. Se trata de una teoría que toma partido si queremos defender la paz debemos comprometernos con ciertos intereses, que pueden ser aquellos que persiguen el interés de emancipar al ser humano.
El clima social de la ignorancia, el miedo y los conflictos que ha prevalecido en tiempos de Covid-19 es una oportunidad para evaluar los posibles efectos de los discursos (políticos, económicos, racistas, etc.) desde las inequidades. Toda realidad ha generado un cúmulo de violencias directas (paz negativa), estructurales (paz positiva) y culturales y simbólicas (paz neutra). Por eso es necesario la paz neutra, que neutraliza los conflictos, los miedos y la ignorancia y reinventa la empatía, tolerancia, diversidad y solidaridad. Ahora comienza la desescalada, estas dinámicas (manifestaciones por las redes sociales, ayuda vecinal, aumento de voluntarios, etc.) se difuminan y prevalece el distanciamiento social, aquí llegará la pobreza, marginación, exclusión social y las vulnerabilidad de nuestros vecinos.
Desde este planteamiento, pensamos que sobra población. En cierta ocasión, defendía lo siguiente: En España sobran gente, 5 millones de personas. Este es personalizar el tema y convertirlo en una autoetnografía. En más de una ocasión he señalado que en España sobran gente. España tiene una población de unos 46,94 millones de habitantes para 2020, datos del Instituto Nacional de Estadística. Las tasas de paro son 3.940.000 parados, es decir, el 20% de la población activa (con mucha mercadotecnia por parte de las agencias estatales, probablemente habría más de 4 millones de personas en paro). Decir que «sobran», es como decir, que ahora hay 7.700 millones de habitantes en el mundo, esto se denomina teóricamente como «bomba demográfica», y puede provocar muchos conflictos de cara al futuro.
Lo que quiero subrayar, es la existencia de un problema de falta de control de población. Sin embargo, no al extremo de Malthus quien planteó la reorientación de la población a través de las guerras y la abstinencia sexual. Este ‘reajuste’ actual se realiza por medio de elementos como el control de fronteras mediante las políticas migratorias, en especial para refugiados y los que intentan asilo político. Comprended que hay una ideología de papeles para todos, salario mínimo para todos, falta otro ejemplo antes del incremento de población. En definitiva lo que se viene llamando «café para todos», pero este discurso ha producido en Europa un incremento considerable de la extrema derecha, con el consecuente crecimiento del racismo y la xenofobia.
Si postulamos que sobre población, entonces plantemos otra pregunta: ¿Quién sobra? A continuación exponemos tres planteamientos que indagan sobre el concepto de ‘sobra’ y al no ser nada sospechosos (por racismo o xenofobia), sino todo lo contrario:
a) Zygmunt Bauman habla de la proliferación de víctimas colaterales del consumismo en el sistema capitalista y nos señala que los «excluidos, los parias, la clase marginada […] Si no consumes, no existes».
b) Saskia Sassen, en uno de sus últimos libros llamado Expulsiones (2015), desarrolla el concepto de «expulsiones» (quizás un eufemismo para los que ‘sobran’) para poner al descubierto los efectos devastadores de las formas extremas del capitalismo global. Sassen explica que en la economía global no se expande sin consecuencias devastadoras: creciente desigualdad y desempleo, cada vez más poblaciones desplazadas o encarceladas, destrucción de la tierra y del agua. Se trata de dislocaciones socioeconómicas que no pueden ser explicadas con las herramientas tradicionales de la sociología, en los habituales términos de «pobreza» e «injusticia». De acuerdo con Sassen, esas dislocaciones se comprenden con mayor precisión si se conceptualizan como tipos de expulsiones: En las últimas dos décadas, dice la autora, se ha presenciado un fuerte crecimiento de la cantidad de personas y empresas expulsadas de los órdenes sociales y económicos centrales de nuestro tiempo.
Lo dicho, hay gente que sobra para el sistema capitalista en el que vivimos, estamos en tiempos de darwinismo social y capitalismo caníbal. No entender esto, es no comprender hacia dónde nos dirigimos como humanidad. Sin esta prospectiva de pensar el presente en su conjunto y, sobre todo, el futuro como un proyecto común y no como una proyección. El capital es un orden hegemónico de la estructura del poder.
Desde una autoetnografía comprometida en las sociedades del miedo, implica enfrentar los eufemismos, chatos y castrantes que nos igualan a todos. Tenemos que pensar en clave de fragilidad de clase social, etnias, género, edad, etc., que no se reflejan en toda la sociedad. Tenemos que visualizar que el Covid-19 no nos afecta a todos por igual, en la tormenta unos vamos en yate, otros en bote, algunos con salvavidas, otros con una tabla y la mayoría nadando. He visto esta tarde en una entrevista a Donald Trump, diciendo que el número de muertos puede llegar a más de 100.000 personas en EE.UU. Sin ningún gesto de preocupación, cómo algo que está normalizado, insinuando que la sociedad tiene personas «desechables» como una «limpieza social». La primera vez que escuche esas dos palabras: desechables y limpieza social, fue allá en 2005 en Colombia. No llegaba a entender cómo pueden existir seres humanos prescindibles.
Concluimos, que en España sobra gente, 5 millones de personas, ¿pero cuantos sobran en Italia? Y en la Unión Europea. En el mundo sobran más de 2.000 millones de personas. La Madre Gaia no soporta a tanto ser vivo dentro del sistema. La superpoblación es un factor polémico (se nos llama neomathusianos), sin embargo, desde un planteamiento darwiniano o desde planteamientos de evolucionismo cultural estamos avanzando como especie, no es anecdótico que ataquen a las personas mayores, o a los más jóvenes con enfermedades concretas: obesidad, diabetes, hipertensión, etc., a todos los que tienen más dificultades para poder adaptarse.
Plantear el colapso desde los movimientos pacifistas y ecologistas implica una crítica al actual sistema de producción que ha llevado al colapso a la Tierra que nos sustenta, se plantean alternativas que reciclan y utilizan energías renovables, inteligentes y respetuosas con el medio ambiente. ¿Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen? Esta pregunta ya le dio respuesta el biólogo Jared Diamond, y ciertamente llega a la conclusión que las sociedades que desaparecen son las que no han podido superar una crisis. En el caso del Imperio Romano, por ejemplo, el autor plantea que es la falta de técnica lo que finiquitó al Imperio Romano, pues al aumentar la población (debido sobre todo a avances tecnológicos) cada vez se requiere alimentar a más y más población, y al no poder desarrollar una técnica adecuada para este contexto el Imperio cae por su propio peso.
Los estudios epidemiológicos y microbiológicos realizados en las últimas décadas nos han dado las razones por las que dichas enfermedades epidémicas (como el Covid-19) podrían surgir y mantenerse en poblaciones humanas. Las razones suelen consistir en que la enfermedades se transmiten de forma eficaz, tienen una evolución aguda, confieren inmunidad de por vida a las víctimas que sobreviven a ellas y están confinadas a la especie humana.
La gente sana se infecta al tocar a un paciente o un objeto que haya sido tocado por el paciente, al respirar el aliento exhalado por el enfermo o el beber agua contaminada. El confinamiento –que se pretende con el Covid-19- de la enfermedad a los seres humanos implica que no hay ningún animal ni reserva de tierra en la que la enfermedad pueda mantenerse: se extingue a nivel local y no puede volver hasta que se propague de nuevo una infección desde una fuente distante.
Nosotros pensamos que los conflictos son neutros. Esto también aplica a como nos enfrentamos a una crisis, no es negativa o positiva, sino neutra, y podríamos definirla como una coyuntura de cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta a cambios. Lo que nos obliga a responder a tres supuestos, para comprender el colapso que se va a producir en los próximos años: a) No ver venir el problema. No es excusa, ya que la naturaleza nos está informando de cambios constantes, el territorio nos ofrece cambios graduales pero que no ocurren de forma visible antes nuestros ojos sino que el tiempo nos enseña a verlos al instante, se tarda en percibir el desastre; b) Ver venir el problema y no hacer nada. Es lo que sucede en la postmodernidad, donde la sociedad no actúa y los políticos, a corto plazo, no toman decisiones para el futuro. Es una forma de negacionismo (contra las vacunas, la ciencia, el cambio climático, etc.), ante el desastre, es decir, negar la realidad para no aceptar la verdad; y, c) Ver venir el problema pero fallar en las soluciones. No pretendemos ser apocalípticos, pero pensamos que tenemos un entorno irreversible (si no lo estamos ya), o un entorno ecológico y ambiental para el ser humano.
Para terminar, tres ideas a destacar:
Primero, pensamos que hay que trabajar por reducir la ignorancia, el miedo y los conflictos, todos ellos consustanciales al ser humano. Pero pensamos, en clave de fenómenos (relaciones sociedad-naturaleza) donde no somos responsables del cambio climático, -quizás del calentamiento global-, lo que nos lleva a pensar que no somos responsables de la pandemia del Covid-19 –quizás de no estar preparados y tener una salud pública lo mejor adaptada a los nuevos cambios-.
Segundo, los problemas que nos han llevado al Covid-19, son problemas que todos sabemos y por pereza o por miedo no somos capaces de enfrentar. Existe un problema grave de superpoblación que nos va a llevar al exterminio de la Tierra a través de varios colapsos sucesivos. Sin olvidarnos del capitalismo que fue capaz de controlar el deseo del ser humano. El ser humano puede y debe tomar conciencia de que mejorando los sistemas de salud y alimentación puede controlar las pandemias, pero no debe olvidar el libre albedrío, su capacidad de decidir, en controlar el consumo, esa puede ser un arma para un mundo más justo y perdurable.
Tercero, el virus más grande de la tierra sigue siendo el comportamiento humano. Como señaló Einstein, la única crisis amenazadora es la tragedia de no querer luchar por superarla, por cambiar nuestra forma de ser. Por eso, proponemos el concepto de paz neutra y paz mundo que persiguen la utopía y se presenta contra las violencias culturales y simbólicas que legitiman las violencias directas y estructurales. Trabajar por la utopía significa enfrentarnos a la realidad en la que vivimos. Buscar la neutralidad es buscar la paz, y por tanto, la neutralidad sería el camino de la utopía. Lo esencial, en este sentido, es neutralizar los elementos violentos que habitan en los patrones culturales que posee cada sociedad para organizar sus relaciones sociales. Pensar la pandemia como un buen momento coyuntural para potenciar las políticas solidarias entre las naciones.
Francisco Jiménez Bautista es profesor de Antropología Social e Investigador del Instituto Universitario de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada, España.